¡Dependencia!, esta es
una palabra que hoy en día nos horroriza. Queremos ser independientes,
emocional, económicamente…en todo. Queremos valernos por nosotros mismos, no
queremos que nada ni nadie coarte nuestra libertad. Perfecto, muy comprensible.
Pero después nos acarreamos vicios. Como el tabaco.
No puedo afirmarlo por
experiencia propia, pero es dicho popular que el primer cigarrillo no gusta a
nadie, incluso que los efectos de fumar al principio son incluso muy aversivos:
tos , mareo…con lo que para que el
tabaco empiece gustarte tienes que pasar por algunos episodios de esta
interacción tan desagradable con dicho producto. Con lo que tiene que existir
un interés concreto por nuestra parte en que nos guste el tabaco. Para después
en algunos casos llegar a engancharnos a una sustancia que está ampliamente
demostrado que es muy nociva para la salud tanto del fumador como de los que le
rodean, y que si consumimos en gran cantidad llega a suponer un gasto económico
importante.
Y en ocasiones se
produce una verdadera dependencia: personas que necesitan salir cada cierto
tiempo a fumar, que no rinden igual en su trabajo por el nerviosismo que le
produce no poder fumar todo lo que le apetece, que incluso se ponen de muy mal
humor si no pueden fumar.
Muchos fumadores dicen
poder dejarlo en cualquier momento, yo les animo a que lo hagan. Se librarían
de una importante carga. Estarían dejando de lado algo que realmente está
coartando su preciada libertad.
Porque como he dicho
antes, queremos ser libres, pero nos atamos al tabaco. No es sano, es caro, y
ni siquiera casa con los ideales de la mayoría de nosotros.
Por supuesto que los
fumadores tienen la libertad de seguir siéndolo. Pero serían mucho más libres
si lo dejaran.
G.F. (Asistente a las I Jornadas de Bienestar psicológico y promoción de salud entre iguales)
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