La literatura nos muestra que el cannabis es una droga controvertida, de ahí que nos encontremos tanto con defensores como detractores de esta sustancia. Por una parte están las connotaciones negativas, los efectos perjudiciales, el ser una sustancia ilegal, puerta de entrada a otros consumos; y por otra parte las positivas: uso terapéutico, sustancia natural. Y en medio la mezcla y total confusión de ambos.
Ciertamente existe una gran cantidad de
investigaciones que nos llevan a pensar que se trata de una droga paradójica en
cuanto a algunos de sus efectos. Por ejemplo, el cannabis se ha asociado
tradicionalmente a la acción antiemética tras su consumo agudo, y se ha
empleado en algunos pacientes para el control de náuseas y vómitos inducidos
por quimioterapia. Sin embargo, en 2004 se describió la hiperemesis
cannabinoide (episodios recurrentes de náuseas y vómitos, con un patrón
estereotipado, relacionados con el consumo de cannabis). Se trata de un efecto
paradójico en consumidores crónicos de cannabis susceptibles, que surge tras
años de exposición, desaparece al cese del consumo y reaparece al reanudarlo.
No obstante, la paradoja a la que me vengo a
referir es cómo los informes subjetivos de los sujetos que consumen marihuana
no se corresponden con las medidas objetivas de sus capacidades cognitivas. A
día de hoy los consumidores o posibles consumidores, especialmente los jóvenes,
tienen una baja percepción del riesgo de esta sustancia, por un lado por la
falta de repercusiones aparentes cuando se empieza a consumir la sustancia, y
por otro debido a la falta de información. Información parece haber mucha, pero
no siempre está organizada ni apoyada por la investigación científica (o bien
se realizan afirmaciones sacadas del contexto de una investigación concreta).
Por un lado hemos de tener claras las diferencias entre el
uso recreativo del cannabis y su uso
médico-terapéutico. También hay que tener en cuenta que una edad de
inicio temprana en el consumo de tabaco, alcohol y cannabis es un predictor de
riesgo para el consumo de otras sustancias. Por último, existe evidencia
científica de que el consumo de marihuana tiene
el potencial de causar problemas en la vida diaria o empeorar los problemas que
el usuario ya tiene. De hecho, las personas que consumen marihuana en grandes
cantidades generalmente reportan tener menos satisfacción con su vida, peor
salud mental y física, problemas en las relaciones y menos éxito académico y
profesional en comparación con sus compañeros o amigos de origen similar. Por
ejemplo, el consumo de marihuana se asocia con una mayor probabilidad de
abandonar la escuela, así como con un aumento en las ausencias, retrasos,
accidentes y otras repercusiones en el terreno laboral. Las investigaciones
muestran que el impacto adverso del consumo crónico de la marihuana sobre la
memoria y el aprendizaje puede continuar aun después de que los efectos agudos
de la droga desaparecen. Las investigaciones en diferentes campos están
concurriendo en el hecho de que el consumo regular de la marihuana por jóvenes
puede tener un impacto negativo de larga duración sobre la estructura y la
función cerebral.
Con todo ello
debemos ser críticos, informar e informarnos, y aprender a contrastar
informaciones. Los posibles efectos beneficiosos que pueda tener el cannabis a
nivel terapéutico (por ejemplo, antiemético) no justifican un consumo
recreativo que a largo plazo conlleva problemas cognitivos y de salud.
Más información: http://www.drugabuse.gov/es/publicaciones/drugfacts/la-marihuana
Sonia Estrella
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