El cannabis ha sido considerado a veces como una droga relativamente menos
peligrosa que otras, y además se la ha buscado por sus efectos terapéuticos
como el analgésico. Sin embargo, nuevos estudios han demostrado los efectos
adversos en la salud mental del cannabis a medio-largo plazo.
Hace 50 años, la Organización Mundial de la Salud llegó a la conclusión de
que el uso del cannabis era peligroso física, mental y socialmente, pese a ello
hoy nos encontramos ante un fenómeno de tolerancia social en el que el consumo
de cannabis se ha desdramatizado y desmitificado.
En cuanto a los efectos físicos,
después del consumo se produce lo que se conoce como “borrachera cannábica”,
caracterizada por sequedad en la boca, ojos rojos, taquicardia, aumento de la
tensión arterial, descoordinación, risa incontrolada, somnolencia, percepción
distorsionada, dificultad de coordinación y de reacción…
Además, el consumo más frecuente
es mezclado con tabaco, fumado sin filtro y con largas caladas, lo que también
podría incrementar la frecuencia de problemas pulmonares como bronquitis
crónica, enfisema pulmonar o cáncer de pulmón. Además, su efecto
broncodilatador potencia la absorción de sustancias tóxicas. También, como consecuencia de la taquicardia
y el aumento de la presión arterial puede provocar patologías cardiovasculares
como arritmias.
Por si fuera poco, cada vez más
datos advierten de la implicación del cannabis en accidentes de tráfico y de su
papel como puerta de entrada hacia otras drogas más “duras”.
Entre las consecuencias de consumo de cannabis a largo plazo se encuentra el
deterioro de la memoria a corto plazo (de sucesos recientes) que dificulta la
realización de tareas complejas. También hablamos del Síndrome amotivacional
caracterizado por la apatía, la falta de energía y la desgana para hacer
cualquier actividad prologada que requiera atención o tenacidad. Todo ello,
desemboca en la dificultad para el aprendizaje y el abandono de los estudios
antes de tiempo. Algunos trabajos
apuntan a que estas capacidades cognitivas se pueden recuperar en parte al
abandonar el hábito y salir de la intoxicación crónica que sufren los fumadores
habituales, pero otras investigaciones señalan que quedan importantes secuelas
en algunas áreas cerebrales.
En consumidores crónicos de cannabis pueden aparecer incluso episodios
psicóticos repetidos como alucinaciones, cambios conductuales y agresividad,
que pueden desembocar en esquizofrenias.
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