El óxido nitroso, gas hilarante, o también gas de la risa (N2O)
es un gas incoloro con un olor dulce y ligeramente tóxico.
El
óxido nitroso fue descubierto por el científico inglés Joseph Priestley en 1793
y se comenzó a utilizar en circos y ferias para provocar estados de júbilo entre aquellas
personas dispuestas a probar la sustancia. Esto fue así hasta que en 1844 el
químico británico Humphry Davy, tuviera la idea de utilizarlo para evitar el dolor de los pacientes.
A partir de ese momento se ha venido empleando con distintos fines como los
anestésicos en intervenciones quirúrgicas mezclándolo con oxígeno.
Entre
las propiedades del N2O está la de ser un potente depresor del sistema nervioso central,
muy similar al que produce la inhalación de pegamento. Sus consumidores buscan
su efecto euforizante y los trastornos psicodislépsicos que genera producidos
por la privación de oxígeno en el cerebro (hipoxia). Respirar este gas provoca,
entre otras consecuencias, irritación en los ojos, la nariz y la garganta;
reducción de la presión arterial, el ritmo cardiaco y el respiratorio, y
alteraciones en la circulación sanguínea.
Según
especialistas médicos, el óxido nitroso tiene graves consecuencias para los
sistemas nervioso y pulmonar. Entre otros efectos secundarios adversos se ha observado que este gas
bloquea la acción de la vitamina B12 lo que da lugar a un daño en la médula espinal. Pero, sobre
todo, tiene un efecto multiplicador cuando la persona que lo absorbe lo mezcla
con bebidas alcohólicas.
Es
una de las drogas nuevas y más populares en las zonas de ocio. Se ha alertado sobre
la proliferación de los denominados globos de la risa en las discotecas. Los
globos se venden a los clientes del local al precio de cinco euros por dosis.
El resultado es una forma nueva y barata de drogarse, cuyo efecto dura unos
tres minutos y que se ha extendido sin tener en cuenta los efectos que conlleva
para la salud de sus consumidores.
Rocío Gay
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